Pensaba hoy que,
para alguien que escribe, la vida tiene un raro interés literario, mayor,
a veces, que el interés por la vida misma, o, mejor, que la vida de
lo escrito es una doble vida en el buen sentido de la expresión.
Quizá sea porque
estoy leyendo un libro* en el que se van alternando las historias que
cuentan la abuela, la madre, y también sus dichos y refranes, una
especie de mil y una noches, con la propia historia de los
personajes, y todos los acontecimientos sociales, políticos, etc,
que suceden como fondo. Todo está fantásticamente entremezclado y,
sin sus cuentos y palabras, la vida de aquellos resultaría realmente
tan larga en minutos como la de cualquiera.
También pienso
que es una tontería todo esto y que hay un montón de aventuras en
la vida real. Pero, otra vuelta más y me pregunto: ¿amorosas?
¿profesionales? ¿familiares? ¿políticas?, ¿no obedecen al
carácter narrativo de cada cual? Uno cuenta de sus enfermedades,
otra de sus conquistas... ¿No son también vidas hechas relato?
Um. Supongo que
soy poeta. Supongo que nadie puede entender que yo sea tan feliz
escribiendo un beso como dándolo. Y, por supuesto, más feliz
contando algo que ni siquiera ocurrió, o que en la realidad duele.
Incluso a veces, espero que un suceso me ofrezca algún tipo de final para tener la
historia completa... Aunque siempre puedes imaginar, qué placer.
Sin embargo, hoy,
también hoy, le estaba contando a mi librera favorita mi última
obsesión, los capítulos de mi última obsesión, para ser exactos.
Sí, creo que hablo en capítulos. Y entonces, ella dice: ¿por qué
no escribes algo sobre eso? Mi librera favorita, lectora insaciable,
ella también tiene muchas vidas... Y me echo a reír. No soy la
única zumbada, ella quiere, más que mi confidencia, y aunque pierda
el parecido, ¡ese trozo de vida en un texto!
*La vida es un
caravasar, Emine Sevgi Özdamar
No hay comentarios:
Publicar un comentario