Durante unos días el
viaje hará que desaparezca internet. (De pronto recuerdo un pasado
en el que realmente nos íbamos, nos íbamos del todo, y era posible
el reencuentro. No hace tanto tiempo y qué distinto era de esta
telaraña donde lo imposible se ha vuelto insoportable: estar solo).
Antes de embarcar,
abro el correo, y allí, como una nota que se abre lejos de la costa,
encuentro tus palabras. Sí, me has escrito. Como si te viera desde
cubierta en el último momento, con la sonrisa de las despedidas, que
se la juega duro en dar más amor que pena. Ya puedo marcharme.
Tengo los ojos
encendidos. Y la calma.
Existen momentos así,
sin causas pendientes.