Eran de la misma
estatura,
sin embargo, él,
la llamaba
pequeña.
Lo hacía con
cariño, sí,
no cabe duda,
con la misma
pasión
con que al
besarla, tan dulce, dulcemente
elevaba el mentón.
Leí este poemita
delante de unos niños de entre 6 y 12? años. Los más pequeños
rieron cuando les expliqué que iba a hablar de una pareja de
“novios”, y al leer “beso”, ni te cuento. Hablamos de lo que
era levantar el mentón, de la actitud, y de lo que harían si
estuvieran en el lugar de la “pequeña”. Supongo que esperábamos
nuestra respuesta, a pesar de que en su origen, nunca pensé
en este poema (ni en ninguno) como materia educativa. La respuesta
espontánea de una niña fue: “me pondría tacones”.
Y entonces,
aquella palabra se me quedó suspendida, como la inspiración de un
poema: unas palabras con otra dimensión: la otra dimensión de los
tacones.