Céu espera hasta
el último minuto,
le da un beso que
la deja sin respiración
y se sumerge en el
autobús,
cinco horas
antes de sacar la
cabeza en su ciudad.
Tierra la mira
desde el andén,
tiembla como una
rama o un trampolín.
Saldrá de la
estación con los ojos brillantes
pero tarareando
ese temblor.