No somos
buscadores buscadoras de oro.
Las palabras
preciosas
resbalan sin
querer precisamente
al perder el
cuidado.
Trabajamos, más
bien, en cada gesto
contra la
tentación de saquearnos.
Ellas saltan a
veces
brillantes y
desnudas a las manos
porque quieren y
encuentran
este hueco,
este hogar,
esta caricia.
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