El día 2 de junio torturaron hasta el coma a Mauren Ada. Falleció el día 5. Poco después supimos que el asesino había acabado también con la vida Jenny Sofía. Este trabajo esta dedicado a ellas.
El domingo supimos
de ti.
El domingo era el
día internacional de las trabajadoras del sexo.
De ti dijeron que
eras prostituta,
por no decirte
puta, y por no decirte trabajadora.
Luego dijeron
nigeriana, africana, inmigrante.
Destacaron sobre
todo que eras mujer,
pero no una mujer
cualquiera, o sí.
Se abrió un
debate en las redes sociales
sobre cómo
calificar el crimen, la agresión, la violencia.
Se dieron noticias
amarillas, grises, lilas.
Te buscábamos en
ellas,
nos buscábamos
también nosotras.
Al principio, y lo
comprendo, muchos quisieron alejarse
de ese lugar
oscuro donde impunemente alguien tortura
y alguien sufre
dolores indecibles,
y hablaron de
frikis transtornados
y profesiones
arriesgadas,
como si fuese un
mundo extraterrestre, un mundo
que en nada se
parece al nuestro.
Pero nosotras
te estábamos
buscando, y no consentiríamos
que nos dijeran
mire hacia otro lado,
no se detenga,
circule.
Nos quedamos
clavadas en el sitio,
mirándote,
sintiendo ese hilo de vida.
Nos sentamos en
esa silla del gimnasio,
y te acompañamos
al hospital.
Te estábamos
buscando,
nos estábamos
buscando a nosotras mismas.
Supimos más de
ti, que llevabas un año en la ciudad,
tu esquina, tus
orígenes, tu lugar en el mundo,
sí, en este,
tu nombre: Mauren
Ada.
Tu nombre: Mauren
Ada.
Y dijimos: todas
somos Mauren Ada.
Somos mujeres
solitas en la noche,
tenemos relaciones
sexuales pactadas,
relaciones
sexuales que no consentimos,
familia, hermanos
y hermanas,
el peso de la
tradición y de la religión,
vergüenza y
desvergüenza,
secretos y
mentiras.
El miércoles
respiraste por última vez
y nos ahogaron las
lágrimas.
Queríamos quemar
la ciudad.
Luego supimos de
Jenny Sofía.
Todas somos Jenny
Sofía.
Hoy es noche de
viernes, se ha desatado la tormenta.
Mal rayo parta a
los asesinos,
mientras tanto,
saldremos a hacer nuestro trabajo.
El territorio de los atenuantes mentales que nos autoinfligimos es espantoso; un mundo tenebroso custodiado por lo más deleznable del inconsciente.
ResponderEliminar¿Y si en la silla hubiera estado sentada una niña de buena familia [una de las nuestras] a punto de presentarse a la selectividad?
Ningún rayo partirá por la mitad al asesino: ese es nuestro trabajo.
te confieso que estuve dudando con el "mientras tanto", ya que coincido totalmente contigo en que es nuestro trabajo. Me costó resolver el final del poema y al final, pudo más el seguir a pesar de todo, como ellas lo hacen, en la calle, sin encerrarnos.
ResponderEliminarPero me alegra mucho que, de algún modo, te lo haya sugerido.
Y espero también que, de algún modo, nuestras maldiciones hagan blanco.