miércoles, 31 de agosto de 2011

Relato de verano

I. Ahora mismo, once de la noche, las ventanas abiertas de par en par: los niños todavía en la calle.
Los blogs que sigo, en su mayoría de vacaciones.
Corte de pelo, la ropa corta, sandalias.
Tirar la basura a diario. Aligerar los armarios.
Dos viajes.

II. El último día en París, volviendo hacia el hotel a recoger mis cosas, tuve tiempo de entrar al cementerio de Montparnasse. Entré solamente por eso. Al lado de la puerta había un cartel con un montón de nombres ordenados alfabéticamente. Decidí echar un vistazo. Sólo porque tenía tiempo, porque caía cerca del hotel.
Marguerite Duras está enterrada allí.
Entonces entré de verdad al cementerio de Montparnasse. Busqué la tumba de Marguerite Duras. Tardé un buen rato pero la encontré. Me quedé mirándola. De modo que murió. Claro que lo sabía. Estaba releyendo "El amante". Vieja amiga.
Robé una flor y la dejé allí encima. Y me fui del cementerio, no quise visitar ninguna otra tumba, como cuando vas de verdad a un cementerio.
Marguerite Duras escribió "que la vida es inmortal mientras se vive, mientras está con vida. (...) Mirad las arenas muertas del desierto, el cuerpo muerto de los niños: la inmortalidad no pasa por ahí, se detiene y los esquiva."
Como cuando vas de verdad a un cementerio, a encontrarte a solas con ese vacío, y luego te vas.
Esa silueta sustraída al universo que ya se difumina, como los dibujos de las nubes o la herida de la luz detrás de los párpados,
por más que los aprietes hasta las lágrimas.


miércoles, 3 de agosto de 2011